Bariloche es un destino al que siempre quiero volver. Habíamos planeado una escapada romántica con mucha anticipación. Pero las complicaciones laborales hicieron que mi marido tuviera que retrasar su ticket aéreo 2 días. A mí no me da miedo viajar sola, así que decidí mantener mi vuelo original y los días que iba a estar sola me alojaría en la ciudad, priorizando un lugar céntrico desde el cual moverme y no estar aislada.
Cuando la silueta del Lago Nahuel Huapi empezó a dibujarse, abrí la ventanilla del taxi dejando que la brisa otoñal me despejara. Llegué al hotel, dejé mi carry on y salí corriendo por la calle Mitre hasta el punto de salida del bus al Cerro Otto. Eran pocas cuadras, así que fui a pie, siempre desde el Centro Cívico. El complejo del Cerro Otto ofrece buses gratuitos (hay una puesto en la esquina de Mitre y Villegas donde se entregan los tickets) que salen con una frecuencia establecida y se pueden consultar aquí: http://www.telefericobariloche.com.ar/horarios-del-teleferico-cerro-otto/
Me senté y enseguida salimos, previo chequeo del chofer sobre las condiciones climáticas en el cerro. Si hay mucho viento, el teleférico que sube desde la ruta hasta la cima, no funciona porque es peligroso. Y puede cerrarse la estación si llueve o el clima no es favorable. El bus tarda aproximadamente 20 minutos hasta la base del cerro.
Ese mediodía de abril había bastante gente (el costo del ticket es aproximadamente de $500). Hay que hacer fila para subir al teleférico. Les confieso que cuando ví la cáscara de nuez roja que me transportaría hasta arriba, un escalofrío recorrió mi espalda. Era un coche chiquito en medio de la inmensidad de las montañas. Cuando me bajé del teleférico me puse el gorro y los guantes (todo forrado con polar) porque el viento ahí es helado.
Teleférico
Hay muchas actividades para hacer, pero en otoño, como no aún hay nieve el paseo en trineo está descartado. Hay circuitos de caminatas así que tomé un sendero escoltado por árboles añejos. Hay guardabosques que recorren los trayectos, lo cual me dio mucha seguridad. Empezó a llover y los visitantes desaparecieron. Estaba equipada con una súper campera y como no era una lluvia torrencial (en ese caso, los guardabosques cierran los senderos y obligan a la gente a volver) disfruté de un paseo solitario en medio de la naturaleza. Sobrevino un silencio inmenso, de mucha paz, de serenidad total.
El hambre y el frío me hicieron volver a la confitería giratoria. Es un restaurant genial que da la gira lentamente ofreciendo una vista de 360 grados. Se los recomiendo, no solo por las panorámicas -se ven arco iris desde varios ángulos- sino la comida riquísima: pedí un “goulash” y una copa de tinto que me devolvieron el alma al cuerpo. Inolvidable.
Paisaje Cerro Otto
Bajé y volví en el mismo bus de la ida hasta la ciudad en busca de chocolaterías, sólo para ver cómo se prepara el tradicional chocolate barilochense. A la noche comí en “La Marmite”, donde se puede pedir desde “fondue” a trucha o jabalí o ñoquis. ¡Me encantó! (El restaurant no es económico, pero una noche vale la pena darse un gusto!)
Restaurante La Marmite
Para el día siguiente tenía planeado ir al Cerro Campanario. En el hotel me aconsejaron ir en bondi, confieso que me sorprendió. ¡Me vino genial! Resulta que la tarjeta SUBE también funciona en Bariloche. La línea 20 (se toma en la avenida Moreno) recorre toda la Avenida Bustillo, que corre paralela al Lago Nahuel Huapi hasta el Hotel Llao Llao (son aproximadamente 25 kms). El colectivo 20 tiene parada en la entrada al Cerro Campanario (km 17,5), así que trasladarme resultó facilísimo.
El Campanario tiene vistas completamente distintas del Cerro Otto. Se llega arriba en aerosilla, por entre medio de los pinos. La aerosilla es cómoda y muy segura. ¡El ascenso es precioso! Arriba, en el cerro hay asistentes que ayudan a la gente a bajar de la aerosilla (el precio es aproximadamente $300 por persona -hay precios más accesibles para menores) y conviene chequear los horarios de visita en: http://cerrocampanario.com.ar/estado.php.
Aerosilla Cerro Camapanario
Ese día estaba nublado y estaba muy ventoso, así que después de sacar miles de fotos y contemplar los paisajes deslumbrantes del Nahuel Huapi, la Colonia Suiza y los colores anaranjados del otoño, me decidí a bajar. Consideré bajar por el sendero, me resultaba muy tentador porque la altura del cerro es de 1.000 metros y en bajada es fácil. Pero empezó a lloviznar y me zambullí en la primera aerosilla libre.
De vuelta en el Centro Cívico fui a visitar la Catedral de Bariloche, “Nuestra Señora del Nahuel Huapi”. La iglesia fue diseñada en estilo neogótico por el arquitecto Bustillo y, por su historia vale la pena conocerla. En 1672, el desde el Alto Perú, en agradecimiento de su tarea evangelizadora se envió al Padre Mascardi, el virrey le envió una escultura de la Virgen María, que el sacerdote colocó en una capilla. La imagen sobrevivió a varios ataques (no así la capilla) hasta que fue trasladada a Chile para asegurar su subsistencia. Hoy, en su lugar, se encuentra una réplica. Les recomiendo entrar por la mañana (la entrada es gratuita), cuando la luz entra por los vitraux azules y se refleja sobre la piedra blanca de su interior. Esa tarde cuando fui estaba nubladísimo y ya no volví a pasar.
Frente Catedral
Era hora de volver a buscar mis cosas al hotel porque mi marido estaba por llegar y nos íbamos a alojar en otro hotel. Me pasó a buscar en un auto que alquiló -esto es algo para hacer con tiempo ya que la demanda es alta; se puede retirar y dejar en el aeropuerto. El auto es necesario para hacer el recorrido de los lagos, pero eso se los cuento en otro post. Hasta la próxima!!
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